No hay nadie que se niegue a pasar un buen rato balanceándose sobre una hamaca. Esta red es parte del paisaje ideal de cualquier playa, al ser un sinónimo perfecto del descanso y reposo. Pero no hacen falta vacaciones para que podamos gozar de unos momentos del calmado vaivén que nos ofrece, pues en la casa o en nuestro jardín siempre se podrá montar una hamaca lista para usarse cuando queramos despejarnos.
Como con todos los accesorios del hogar, las opciones que se nos presentan en el tema de las hamacas son múltiples, pero no siempre cubrirán todas las necesidades o cumplirán con los requerimientos del lugar. Sin duda, el mejor método para emular las hamacas playeras es tener dos árboles de donde poder colgar la red, pero para ello es necesario un amplio jardín y sendos árboles que soporten el peso que le colocaremos (una hamaca segura debe poder resistir 150 kilos, por seguridad). Además, los troncos tienen que estar a una distancia relativamente cercana (entre dos metros y medio y tres), algo que no siempre se cumplirá si los árboles no se plantaron con eso en mente.
Para una hamaca exterior, la siguiente opción en el menú es combinar los lugares de donde atamos la hamaca. Si contamos con suerte de sí tener un tronco lo suficientemente fuerte, quizá alcance para que el otro extremo se cuelgue ya en una de las paredes exteriores. Es allí donde entra en juego uno de los temas fundamentales cuando se habla de hamacas: los nudos y los accesorios para montar el gancho en la pared.
Del lado del tronco la solución suele ser más fácil, pues el asunto se resuelve con el buen uso de la técnica. Aunque algunas hamacas cuentan en sus dos extremos con una especie de soga, aparentemente adecuada para amarrarse directamente, lo mejor es complementar con una más. Así garantizamos que podamos maniobrar de manera adecuada, pues en un tronco el nudo necesario lleva varios ajustes para mantener la hamaca a cierta altura. Lo recomendable es que se coloque a unos 1.70 metros del suelo.
Del lado de la pared la cosa se complica un poco en términos de herramienta, ya que lo más recomendable es recurrir a un taladro para instalar el soporte que recibirá el gancho (mismo que a su vez se coloca en otro extremo de la hamaca). Hay piezas diseñadas para insertarse en el hueco creado por el taladro, pero una mejor opción es colocar una base con dos o cuatro taquetes, para así fijar de una forma mejor este sostén (cuyo peso quedará dividido en cuatro o dos parte, según el modelo que elijamos).
La altura del otro extremo ha de ser siempre la misma: la tensión que se crea en la hamaca debe de dejar un espacio de unos 30 centímetros del suelo, cuando una persona se encuentre usándola. Ello se puede calcular con el trozo de soga extra con el que la colgamos. Esta parte del proceso se realiza a prueba y error: nadie quiere subirse a una hamaca que prácticamente esté arrastrando, ni tampoco a una donde quedemos demasiado arriba.
Para las hamacas al interior se repite el proceso relatado para el extremo de la pared en el ejemplo anterior, pero por su mismo contexto su instalación requiere de otros factores a considerar. El primero siempre será el espacio: antes de comenzar la labor y perforar la pared hay que evaluar si el espacio donde la instalaremos realmente será usado con frecuencia y no pondremos allí otras cosas que impidan su uso (desde un sillón o una mesa). Igualmente hay que considerar el balanceo: aunque los adultos suelen realizarlo de un modo discreto, siempre estará la posibilidad de que un niño se suba y trate a la hamaca como columpio. Por ello se debe considerar si en ese balanceo intenso alcanzaría algún mueble o librero contra el que se golpearía, o incluso otra de las paredes.