Desde los albores de la humanidad existe una vinculación con plantas y animales; en el caso de las primeras, desde la prehistoria se sabía de plagas o enfermedades que afectan las plantas y, por lo menos desde que se desarrolla la agricultura, este detalle reviste una importancia mayúscula que, en la era contemporánea se extiende hasta los árboles de tipo ornamental que se plantan en el espacio privado (terreno o jardín) o el público (un parque o en la acera exterior de una vivienda).
Por supuesto, otra consecuencia del avance en la agricultura es la modificación de los suelos y cultivos que, muchas veces, tiene efectos negativos en la producción; con el aumento de la población y el crecimiento de las redes de comercio, se introdujeron en los nuevos sitios de asentamiento muchas especies no nativas y, con ellas, llevaron sus plagas y enfermedades, lo que es un claro ejemplo de cómo se rompe el equilibrio natural entre las plantas y las especies que las afectan.
Las causas probables
Cuando se atiende a lo que provoca una plaga o enfermedad en las plantas, las causas pueden ser de distinta índole; habitualmente, pueden ser de dos tipos: primero, están las de origen “parasitario”, esto es, las afectaciones producidas por la acción de animales, vegetales distintos o un virus determinado.
Ahora bien, aquellas que son “no parasitarias” indican que la casusa del padecimiento o la perturbación del árbol es de carácter fisiológico, esto es, que se produjo debido a un accidente meteorológico, o bien por la carencia (o exceso) de elementos nutritivos, lo que afecta directamente el desarrollo de una planta, en cualquiera de sus etapas.
Tratar y prevenir
En estos términos, cuando el efecto de una plaga o enfermedad se hace patente se debe actuar, aunque lo más recomendable es prevenir; para el caso de los árboles ornamentales, lo más común es que se vean afectados por distintas especies de animales, en especial insectos (ejemplos comunes son el gusano “barrenador” o la “mosquita blanca”, que atacan el follaje para alimentarse y llegan a acabar con zonas enteras de vegetación), por lo que se recomienda la fumigación (más hoy día, pues existen en el mercado productos de origen natural que no perturban a los árboles y son efectivos).
Asimismo, si se trata de insectos trepadores (como las hormigas), se puede pintar con cal la base del tronco para evitar que suban al árbol; caso distinto es cuando una enfermedad o plaga se debe a una acción física de un agente parasitario vegetal (como puede ser el muérdago, que se desarrolla en la fronda y consume los nutrientes de la planta hasta aniquilarla), aquí se acompaña el tratamiento con una poda adecuada.
Finalmente, lo aconsejable es atender a un experto en el tema, desde un botánico hasta un ingeniero agrónomo; la idea es conocer y estar prevenidos, nada es mejor que prever afectaciones en las plantas que decidimos plantar y que, por ello, significan una responsabilidad y exigen atención para su óptimo desarrollo (además, prever ahorra recursos).