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Catedrales góticas, las imprescindibles de la arquitectura en Francia

La arquitectura gótica francesa es un estilo arquitectónico de la segunda mitad de la Edad Media que surgió como una evolución de la arquitectura románica, y  tuvo su origen en el siglo XII

Las catedrales góticas continúan sorprendiéndonos por su valentía constructiva, sus imponentes altura, sus impresionantes portadas y por la luz que logra entrar a través de sus coloridas vidrieras. EFE/Nicolás Bouvy

Entre los siglos XII y XV, Europa occidental se llenó de espléndidas catedrales góticas –francesas, españolas, británicas, belgas o alemanas-, pero el origen de estos templos, que parecen alcanzar el cielo, está en Francia, donde se encuentran las primeras y las mejores construcciones de lo que hasta el siglo XVI se llamó simplemente “estilo francés“.

No fue hasta el Renacimiento cuando apareció el término gótico, y lo hizo en alusión despectiva para un arte que se presuponía estar inspirado por los godos. Y si el gran pintor Rafael lo hizo en manera neutral, al considerar que “los arcos en ojiva de la arquitectura gótica recordaban a la curvatura de los árboles que formaban las primitivas chozas de los habitantes de los bosques germánicos“, el tratadista italiano Giorgio Vasari lo hizo de forma peyorativa, al relacionarlo con los “bárbaros” (los que saquearon Roma) y lo acuña en contraposición a los ideales renacentistas de volver al clasicismo greco-latino. Tendremos que esperar hasta el siglo XIX para que el movimiento Romántico se interese por la Edad Media, y lo revalorice.

Regresando a su origen, la irrupción de las catedrales góticas en Europa no fue un acontecimiento fortuito, sino consecuencia de una larga cadena de causas socioeconómicas, políticas y religiosas.

Alrededor del año 1000, las sociedades europeas experimentaron transformaciones de gran trascendencia: El feudalismo rural fue dando paso, poco a poco, a una sociedad más urbana y desarrollada que trajo consigo una nueva expresión artística estrechamente ligada a esas transformaciones derivadas del auge de las ciudades, los burgos. 

El crecimiento económico y la mejora en las condiciones de vida de la población fomentaron un optimismo que impregnó al conjunto de la sociedad, incluso en lo religioso.

Catedral de Notre Dame en París, Francia. PINTEREST/ Viaje na Viagem

La catedral, término que deriva del latín cathedra (‘sede’), y del griego antiguo καθέδρα, (‘asiento o silla’), es el templo donde tiene su sede el obispo y desde donde preside la comunidad cristiana. Ubicada en el centro de la urbe, visible desde lejos y emblema de la ciudad, la catedral pasó a ser el centro de un vasto conjunto de funciones: centro religioso, social, intelectual, artístico…, sitio de reunión de los distintos gremios.

En su arranque, la arquitectura gótica interviene dos factores que conviene no pasar por alto: una doble reacción contra el estilo anterior, el Románico, por parte de la reforma monástica del Císter, que pretendía una vida ascética y austera para los monjes ante los excesos de la orden del Cluny, a la que se suma el deseo de obispos y reyes franceses de encontrar una expresión artística propia de su poder frente al del influyente clero cluniacense, y la nobleza feudal. Hay pues, una intención política en hacer triunfar este nuevo estilo como la expresión propia del poder real.

Muy significativo es que el primer ejemplo de arquitectura gótica sea la basílica de la abadía de Saint-Denis (a partir de 1132) en París, construida bajo la dirección del poderoso abad Suger, consejero del rey Luis VI donde ya no se busca la sencillez y austeridad del románico, sino todo lo contrario: toda la grandiosidad y el ornato para el lugar en el que se consagrarán y enterrarán a los reyes de Francia. Tanto fue así, que la luminosidad y la ligereza de aquel templo venía a plasmar y reflejar toda una nueva teología basada en la luz y el nacimiento de un nuevo estilo, el Gótico, que fue fuente de inspiración para todos los constructores de Europa a lo largo de más de cinco siglos.

Las catedrales de Sens, Noyon, Laon, París y Chartre

Las catedrales de Sens (1137), Noyon (1152) o Laon (1174) inspirarán a Notre Dame de París (1163), la más reconocible y conocida de todas las catedrales francesas, y más a raíz del terrible incendio que sufrió en abril de 2019 del que aún no se ha recuperado. Hasta la construcción de la Torre Eiffel en el siglo XIX, sus torres eran las más altas en horizonte parisino. La catedral, entre el gótico temprano y el clásico, de cinco naves y una de las primeras estructuras en incorporar arbotantes, un espectacular logro de la época fue diseñada como el “libro de los pobres”, de ahí que en sus puertas de acceso se encuentren plagadas de impresionantes conjuntos escultóricos que narran y explican a sus fieles, analfabetos, los episodios bíblicos.

Considerada uno de los mejores ejemplos del gótico clásico, la principal aportación arquitectónica de la catedral de Chartre (1194-1220) que hasta su incendio se enorgullecía de poseer la túnica que llevaba la Virgen en el momento del parto, consistió en la eliminación de las antiguas tribunas románicas sobre las naves laterales, gracias a la utilización de arbotantes y contrafuertes, que aunque todavía voluminoso, la dotaban de altura y permitió la construcción con bóvedas de crucería. Destaca por los conjuntos escultóricos de sus puertas y por sus vidrieras, las más antiguas, modelo para otras catedrales posteriores como Reims y Amiens.

La Catedral de Notre-Dame de París fue, hasta la construcción de la Torre Eiffel en el siglo XIX, las torres eran las más altas en el horizonte parisino. EFE/Yoan Valat 

Reims, Amiens, Beauvais y Bourges

Llegamos al siglo siguiente, el XIII, y el gótico logra alcanzar su pleno desarrollo. Los arquitectos parecen afanarse en una carrera por ganar altura: apuntan fuertemente los arcos y consiguen grandes ventanales que acentúan la verticalidad.

Los interiores se llenan de luz que entra a través de vidrieras y rosetones y se da más importancia a la cabecera; se abandonan las bóvedas sexpartitas; proliferan las capillas entre los contrafuertes; la alternancia de pilares y columnas se sustituye por pilares con columnillas adosadas; desaparecen definitivamente las antiguas tribunas sobre las naves laterales en favor de los estrechos triforio que pronto se abrirán al exterior con vidrieras.

Todos estos elementos los veremos en Reims, Amiens y Beauvais, tres impresionantes ejemplos de la esbeltez y la audacia de la arquitectura gótica francesa, espectaculares interiores donde reina la armonía, la solemnidad y los juegos de luces que nos eleva a otro mundo.

La primera, Notre Dame de Reims conocida sobre todo por haber sido testigo de la coronación de la mayoría de los reyes de Francia, se considera el modelo perfecto del gótico clásico XIII, y sobresale por los conjuntos escultóricos de sus tres portadas. Una de sus esculturas, el «Ángel de la sonrisa», es el emblema de la ciudad. Levantada a partir de 1211, su fachada, del XIV, recuerda a la de París, pero más evolucionada y estilizada, sobre todo conforme sube en altura, donde sus dos torres laterales remarcan poderosamente su verticalidad.

A Amiens (1220-1280), la más grandes de las catedrales góticas francesas y una de las mejor conservadas, famosa por las esculturas de sus portadas y por haber conservado los restos de su primer obispo, San Fermín, nacido en Pamplona, le sigue la catedral de Beauvais (1225), una de las más hermosas y espectaculares, con un coro de casi 50 metros de altura y la de Bourges (1260) de enormes dimensiones y donde las columnas se adelgazan al máximo, los grandes anhelos del gótico, verticalidad y luz, alcanzan en estas tres catedrales su máxima envergadura y esbeltez.

Catedral de Notre-Dame de Rouen, construida a lo largo de casi quinientos años del siglo XIII al XVI. EFE/NICOLAS BOUVY  

Sainte-Chepelle, Rouen y Estrasburgo

A partir de la crisis paralizante que trajo el siglo XIV, el impulso constructivo es menor. Uno de los edificios más significativos es la Sainte-Chapelle de París, del Palacio Real, una iglesia de una sola nave y dos plantas, modelo del gótico más refinado, mandada construir por el rey Luis IX de Francia para custodiar la corona de espinas y otras reliquias de la pasión de Jesucristo. Lo más impresionante es que prescinde totalmente del muro que es sustituido por enormes vidrieras con un cerramiento formado exclusivamente por ligeras columnillas que dotan al espacio una dimensión celestial.

Por citar solo dos ejemplos de este gótico tardío, construido a lo largo de varios siglos, están la catedrales de Estrasburgo, en el corazón de la capital de Alsacia, levantada en cuatro siglos, y cuyo último arquitecto modificó la estructura del edificio para dejarla en una sola torre, y la famosa catedral de Rouen, cuya imponente portada, impresionó e inmortalizó Monet en sus 28 lienzos; con 151 metros es la catedral más alta de Francia pero la menos homogénea al haber sido construida en cinco siglos, del XIII al XVI.

Y es que este estilo, el gótico, no muere con el paso de los siglos, sino que se va amoldando de acuerdo con los gustos de cada momento: Renacimiento, Barroco, Neoclásico, Neogótico por lo que muchas de estas catedrales que sufrieron largas interrupciones por lo costoso y lento de su construcción no fueron finalizadas hasta el siglo XIX como fue el caso de la de Barcelona, Colonia, o de la de Clermont, que tardó siete siglos.

La Sainte Chapelle, templo gótico del siglo XII levantada en la Isla de la Cité por orden de San Luis para acoger diversas reliquias. En la capilla superior, las paredes han sido sustituidas por altas vidrieras que representan escenas religiosas y en las que predomina el rojo y el azul. EFE/J.L Pino/cg 

Con información de EFE.

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