Personajes

Recuperan la casa de María Elena Walsh y la convierten en un lúdico museo

María Walsh creció en esta casa junto a su hermana Susana, misma en la que aún hay un patio coronado por un frondoso jacarandá con flores celestes 

La casa de la escritora argentina María Elena Walsh (1930-2011) fue recuperada y recientemente abierta al público como museo, y permite asomarse a los orígenes vitales y creativos de esta escritora, poeta, guionista, cantautora y dramaturga, considerada la mayor exponente de la literatura y la canción infantil del país sudamericano. EFE/ Ministerio de Cultura de Argentina

La casa de María Elena Walsh (1930-2011) fue recuperada y recientemente abierta al público como un lúdico museo, permite asomarse a los orígenes vitales y creativos de esta escritora, poeta, guionista, cantautora y dramaturga, considerada la mayor exponente de la literatura y la canción infantil de Argentina.

Descendiente directa de británicos y andaluces, María nació el 1 de febrero de 1930 en esta casa de Villa Sarmiento, municipio de Morón, en la periferia oeste de Buenos Aires.

"Mi casa era muy grande, con jardín, patios, árboles frutales, gallinero, perro, gato, canarios, tortuga, bicicletas, libros y piano. ¿Qué más se puede pedir?", comparte la autora argentina en una autobiografía que, a forma de cuento, incluyó en su obra "Chaucha y palito" (1977).

Cabe señalar que en esta casa, la cual se encontraba casi en estado de abandono cuando fue comprada en 2021 por el municipio con fondos del Ministerio de Cultura argentino, María Walsh vivió hasta su adolescencia.

"Fue el lugar donde ella se impregnó de gran parte de lo que después fue su magia literaria y como compositora. María Elena Walsh empezó a componer de adolescente, con lo cual asumimos que en esta casa ya empezó su experiencia creativa. Y hay mucho registro de esta casa en sus textos", explicó Fernando Torrillate, secretario de Comunicación de Morón y a cargo de la puesta en marcha del museo.

La casa en la que creció la escritora argentina María Elena Walsh fue rescatada casi de las ruinas y ahora funge como un museo. EFE/ Ministerio de Cultura de Argentina 

Una casa en la que aprendió a jugar

Aquí aprendió el amor al arte, en general, y a la palabra, en particular. Aquí fue que nació su genio creativo, entre los acordes salidos de manos de su padre, quien era un trabajador del ferrocarril que, como músico autodidacta, tocaba el piano y el violonchelo.

Aquí creció, entre los aromas dulces nacidos de las manos de su madre, a quien consideraba una verdadera "artista" en la cocina.

También en esta jugó con su hermana Susana, en un patio coronado por un frondoso jacarandá con flores celestes como las de su célebre canción. Y con cigarras, también protagonistas de una de sus más famosas canciones, todo un himno de la resistencia.

“Es una gran casa que tiene ese espíritu que María Elena después nos siguió mostrando, que era permitirnos jugar”, compartió la museóloga Maribel García, convocada por el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires para dar vida a este museo.

Todo en este lugar es encantador, como estar por momentos en una casa de muñecas, una cocina de campo inglesa o una sala con "cosas para grandes" -libros, instrumentos, discos- en donde se está permitido tocar.

Algunos objetos ahí evocan la fascinación de la autora por el cine, el teatro y la música, y su afición por la lectura. A los cuatro años, una vecina le enseñó a leer y escribir. Y su papá le enseñó a jugar a las rimas en inglés y español, "como si las palabras fueran otros tantos juguetes", escribió la creadora de álbumes como "Canciones para mirar" (1963) y "Juguemos en el mundo" (1968).

Juguetes hay por todos lados de esta propiedad, especialmente en el que fuera su cuarto, hoy primoroso, con los vestidos de la época.

"De día era una niña que tenía una ropa-mameluco. Después, jugaba con bichos canasto y con bolitas. A la tarde, se convertía en 'vidriera-vereda': la mamá la preparaba con vestido de organdí para estar en la vereda y para que para los demás fuera una niña perfecta, como toda mamá quería.

Y para terminar, de noche se convertía en un angelito y ella soñaba que las vírgenes le rodeaban y ella cantaba con un micrófono de rombo. Y así se iba a dormir", comparte García.

“Un cuento maravilloso”

En el cuarto de baño contiguo, se abre un grifo y resuena la canción "Manuelita, la tortuga". En la tina, un barco pone proa a París, destino de la tortuga y donde la propia Walsh vivió entre 1952 y 1956, cantando a dúo con la folclorista Leda Valladares hasta en el famoso cabaré Crazy Horse.

Torrillate cuenta que al lado de la vivienda todavía hay una clínica psiquiátrica que subsiste desde la infancia de Walsh, quien alguna vez recordó que en las noches le aterraba la vecindad del "manicomio" y que "los locos" les tiraban al patio "regalitos", como "muñecos de papel plateado".

María Elena Walsh y toda su familia dejaron esta casa cuando su padre se jubiló. Se mudaron cerca. Walsh publicaría a los 17 años su primer poemario, "Otoño imperdonable", elogiado por grandes de la literatura como Pablo Neruda y Juan Ramón Jiménez, quien la invitó a instalarse una temporada en Estados Unidos.

Lo demás es historia: una veintena de discos y medio centenar de libros publicados, en su mayoría para niños. Como escribió Walsh alguna vez, al fin y al cabo, toda vida "es un cuento maravilloso". Y la suya empezó a escribirse en esta casa. 

Con información de EFE.

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